24 de abril de 2024

La Feria: Torneo de cinismo

Sr. López

Algunas historias le he contado de la abuela Elena, la del lado paterno (los de Autlán de la Grana, Jalisco), pero como podrá suponer, si hubo abuela, hubo abuelo y en el caso de este menda, era don Víctor, señor no hablantín pero buen conversador, no guapo pero de pinta elegante (como de rentarlo para bodas), cuya anécdota favorita era de una vez cuando niño, a fines del siglo XIX, llegó al pueblo una compañía de cómicos de la legua, anunciando a gritos que esa tarde representarían en el quiosco de la plaza, una “comedia de mucha risa”. Como no había televisión ni radio (ni electricidad), cualquier cosa juntaba gente; estos, retacaron la plaza. Estaban el  párroco, el cabildo, los notables del lugar (seis tenderos y el doctor), hasta los arrieros de los alrededores; al frente los que llevaron sus sillas, atrás de todos, en sus monturas, los rancheros adinerados. Música, diálogos “picantes”, y todo eran risotadas hasta que alguien gritó: -“¡El payaso de rojo es el Flaco Valdez!” -un cimarrón que había huido hacía años, dejando varias doncellas con lo que entonces llamaban “honra”, bajo sospecha y con carpeta de investigación abierta. Unos por agravios reales, los demás por el puro gusto a las trompadas, se treparon al quiosco. De función cómica pasó a concierto de bofetadas. En medio de la batahola -respetable vs actores-, el “director” de la compañía, gritaba: -“¡Es de risa!… ¡señores!… ¡es de risa!” -el Alcalde metió a la cárcel a cómicos y cómicas, más por protegerlos que por otra cosa y del tal Flaco Valdez no se supo nada (o corría muy rápido o lo alcanzaron). Decía el abuelo que por eso, cuando en el pueblo se sospechaba que algo podía acabar mal, decían: -“Va a ser de risa”.

De unos pocos años acá, el tenochca promedio no se espanta por las alianzas que establecen en tiempos electorales los partidos políticos de nuestra risueña patria.

Sin retroceder mucho, esto de las alianzas comenzó en 1988 cuando se salió una parte del PRI (si no la mejor, sí de lo mejor), liderada por Cuauhtémoc Cárdenas, quien formó el Frente Democrático Nacional (FDN), para competir por la presidencia de la república con los institutos políticos que se llamaban (no queda ni uno): Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), Partido Popular Socialista (PPS), Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN) y el Partido Mexicano Socialista (PMS): el PARM relacionado con el tricolor (con fama de partido satélite del partidazo), y el resto, de izquierda (de hecho el PMS y el FDN, después de las elecciones, crearon el PRD).

En las elecciones presidenciales siguientes (1994), no hubo alianzas ni coaliciones, revolturas ni merengues: PRI, PAN y PRD, compitieron solos cada uno por su cuenta (ganó el PRI con casi 17 millones 200 mil votos; en segundo lugar quedó el PAN, con poco más de 9 millones y en tercero el PRD con casi 6 millones de votos a su favor).

En el año 2000, muy presente tengo yo, fue cuando empezaron a soltarse el pelo los partidos. De un lado se constituyó la alianza el PAN-PVEM, que alojó a don Chente Fox en Los Pinos (con poco menos de 16 millones de votos… y algo de ayuda del bolero de Mexicali, el pérfido Zedillo), y del otro, la Coalición Alianza por México: PRD, PT, Convergencia y PAS (casi 6 millones 300 mil votos). Que el PAN se aliara con los Verdes, pasa, pues a fin de cuentas, los Verdes no tenían ni tienen una real ideología (ni nada de ecologistas, que por algo a principios de 2009, los expulsó de su seno el PVE -Partido Verde Europeo, que agrupa 36 partidos políticos de 32 países-, quedando en los hechos fuera del “Global Greens”, la organización mundial de partidos ecologistas… pa’l caso).  Pero por el contrario, que el PRD se aliara con el PAS, ya olía mal: el PAS fue siempre un partido (chiquito), de derechas, hijo final del PDM, Partido Demócrata Mexicano, de la extrema derecha sinarquista (disfrazados de ideología “social cristiana”). El PRI fue solito y perdió (con el olvidable Labastida).

En las elecciones de 2006, ya podemos hablar del comienzo del despelote: el PVEM se echó una machincuepa y apareció como aliado del PRI  (perdieron, bendito sea el dios en que cada quien crea, con el olvidado Madrazo). También perdió la alianza “Por el Bien de Todos, primero los Pobres”, integrada con cierta lógica por partidos de izquierda (PRD, PT y Convergencia), cuando la jugó por primera vez para La Grande el Pejehová de entonces. El PAN no se alió con nadie y ganó (con Calderón y alguna ayudadita casi innegable de mapaches y similares).

En 2012, repitieron sus alianzas el PRI con el Verde y el PRD con el PT y Convergencia; el PAN, otra vez solo y por su cuenta. Se trepó don Peña Nieto (sin comentarios).

Es en esta temporada de caza de votos, 2018, que son esperpénticas las alianzas. Con no buenas intenciones, repasemos la situación: por un lado va el PRI-PVEM-PANAL (sí, el PANAL fundado por Elba Esther Gordillo); por el suyo, el PAN (ya muy decepcionado de presentarse solo), para esta vuelta va con ¡el PRD! y Movimiento Ciudadano (que también es, teóricamente, de izquierda); y de remate, Morena, el partido del Pejeremías, se alió con el PT (normal, son de izquierda), y de la manera más extraña, rara y sorprendente, con el PES, partido casi casi confesional (neopentecostal), tanto que por un pelo no les dan el registro.

Así las cosas, el que vote PRI apoya al partido que parió la Maestra; el que vote PAN apoya al PRD; el que le tache a Morena le hace el caldo gordo al PES. Estas elecciones ponen a prueba la solidez mental del electorado: es un revoltijo hecho con el descaro del pragmatismo: tirios y troyanos, San Miguel y el Diablo, el Papa y Lutero, Teresa de Calcuta y la Rompecatres, todo se vale la cosa es ganar.

Lo malo es que eso que forma las filas reales de cada partido no están muy convencidos, hay y habrá más fisuras y pleitos dentro de los partidos y las elecciones van a estar de risa, porque en realidad son un torneo de cinismo.

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