24 de abril de 2024

Aplaudir con la garganta : La Feria

Sr. López

‘Él’ o ‘Eso’, lo que sea que sea, Es, y este menda lo llama Dios por economía de saliva. Bueno, Dios en su infinita sabiduría limitó el raciocinio de los animales para ahorrarnos a los humanos la vergüenza de que se den cuenta de nuestras humanadas (peores que sus animaladas que están sujetas a los dictados de la naturaleza).
Humanada es inventar cosas sagradas, por ejemplo la religión, pues aunque pareciera que ya cualquiera se puede bailar la guaracha en la religión, quiero ver a un Jefe de Estado dejando con la mano extendida al Papa, que el vecindario organice una tocada de rock pesado en una sinagoga o un desfile de trajes de baño en una mezquita, quiero ver.
En la práctica, la religión es sagrada, punto, a pesar de los ríos de sangre que algunas han causado y causan; a pesar de que en algunas se merendaban al prójimo; a pesar de que todas, salvo prueba en contrario, aceptaban la esclavitud… sí, también la católica, que antes había esclavos en algunos conventos y lo justificaban sus teólogos, como Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica, “En la justicia”, Artículo 3, donde afirma: “La esclavitud entre los hombres es natural; pues algunos son, por naturaleza esclavos”, chulada proposición circular… de veras.
¿Sagradas las religiones?, sí, a pesar de cómo consideran a las mujeres: “La hembra es un ser de menor valor…”, escribió el doctor de la iglesia, San Agustín (pícaro soltero, porque casado… bonito le hubiera ido). “El dominio masculino es indispensable para que los hombres puedan apropiarse del producto de la fecundidad femenina”, prescribe el Corán. “La mujer es de índole inferior al hombre… flaca y deleznable más que ningún otro animal…”, afirma fray Luis de León. “Las mujeres son inferiores de mente y cuerpo por haber caído en la tentación”, dijo Marín Lutero (a escondidas de su esposa); y por si piensa que le pongo ejemplos de siglos atrás, entérese que en diciembre de 2009 (hace un minuto, en tiempo histórico), el arzobispo de Granada, España, Francisco Martínez Fernández, afirmó muy fresco, que si una mujer aborta “eso le da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer”, y como se armó un escandalazo, los obispos de Andalucía, aclararon: “El arzobispo se refería a que si la madre es capaz de matar a su propio hijo, el varón tiene entonces autoridad absoluta para hacer lo que quiera con ella y con su cuerpo”; ¡ah, bueno!
Dejemos el delgadísimo hielo de hablar de las religiones, veamos otra cosa sacratísima: la ley. Sí, hay quienes sostienen que es sagrada. ¿De veras?… “Si un marido golpea a su esposa con buenas intenciones no es punible”, dice el Código Penal de Egipto. En no pocas comunidades de usos y costumbres en México, es legal que si un delincuente huye, su pariente más cercano pague el delito; las mujeres no tienen derecho a votar, ni a ser candidatas a nada distinto a tener hijos y cocinarle los huevos al marido.
Sagradas las leyes porque no vamos a vivir como animales, somos racionales… y en Atlanta, Georgia, está prohibido atar a un poste de teléfono o alumbrado público, una jirafa (muy previsores); en York, Inglaterra, está vigente la ley que permite matar escoces si es dentro de las antiguas murallas de la ciudad… con arco y flecha; y entérese de que nuestra tenochca ley federal de armas dispone en su artículo 11 (incisos ‘i’ y ‘j’), que es ilegal que un particular tenga mosquetón, espada, lanza, carro de combate, barco cañonero o submarino… no, pues, está bien, ¡qué bueno saberlo!
La ley no es sagrada ni intocable, la ley es indispensable, se debe aplicar parejo siempre y se debe perfeccionar como todo lo humano. Faltaba más.
Otra cosa sacratísima es la democracia. Quien no acepte la obvia supremacía de la democracia, es considerado una bestia, un bruto, sin reflexiones enredadoras como la diferencia entre democracia directa (la nuestra) e indirecta (que es la más común en el planeta, por lo pronto en los EUA, en donde el ciudadano de banqueta no elige al Presidente sino a representantes que deciden por él, quién se aloja en la Casa Blanca); para no acabar de complicar la cosa mencionando otras de sus variedades como la socialdemocracia, las monarquías constitucionales, la democracia liberal y otras más o menos exitosas o probadamente perversas.
Como sea, lo de moda como quintaesencia de la democracia, es decir que el pueblo manda (no se ría, es en serio), sin matices y sin recapacitar en que se necesita estar mal del cerebro para decidir por votos casi todo, desde la extracción de una muela, la escuela de los hijos, qué coche se compra o con quién se contraen nupcias. Decía Churchill: “El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”; pero -y algo sabía del tema- también afirmaba que era “… la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando” (discurso en el Parlamento Británico del 11 de noviembre de 1947, porque también es moda inventar citas).
Así, aun estando como está probado que decidir por mayoría es equivocarse mancomunadamente, los humanos estamos pandos de gusto con esto dados los ríos de llanto y pilas de injusticias que propician otros sistemas como las dictaduras, porque dictadores buenos sólo hay en las fantasías de las familias Stalin, Pinochet y Franco.
Dicho lo cual y considerando que muy democráticamente son más los que NO votaron por Morena en 2018 (el 66% del padrón electoral) y que cada vez son muchos más (el 82.16% en las elecciones intermedias), deberían serenarse los ánimos: el actual Presidente va de salida y no será el candidato en 2024, ya sosiéguense. Y no los distraigan, ellos solitos se equivocan lo suficiente como para haber logrado cohesionar a una oposición que estaba atomizada y catatónica.
¡Ah!, y no pasa nada, déjenlos gritar y solazarse con sus consignas, eso les gusta mucho, el autoengaño con aroma del más viejo priismo de aplaudir con la garganta.

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