25 de abril de 2024

Deformación: La Feria

SR. LÓPEZ

Tía Ita (Andrea, Andreíta, Ita, así evolucionó su nombre), era del toluqueño lado materno, y en vida fue campeona mundial y olímpica del elegante deporte de la discreción. Su marido, tío Marcial, era un señor de Durango, ingeniero, práctico, objetivo y directo para todo, que decía las cosas sin rodeos ni medias tintas. Una vez, tía Ita le comentó en la más estricta reserva del dormitorio conyugal, que había que esperar un par de meses para saber si Itita (su hija mayor, Andrea, Andreíta… ya sabe), tenía gastritis o estaba en ‘estado de buena esperanza’. Tío Marcial resopló y sin aspavientos fue a la recámara de Itita, llamó a la puerta, entró y le dijo: -¿Estás o no estás preñada? –ya con la afirmativa, regresó con su esposa y la tranquilizó: -No está enferma, hace cuatro meses no está enferma de nada –listo, a otra cosa.

En esta nuestra risueña patria decir la verdad suele ser mal visto y hasta tenemos una palabra para señalar a esos que nos caen tan mal: los claridosos.

Aceptado lo anterior, ha de aclararse que en algunas ocasiones es más que recomendable, obligatorio, decir la verdad sin trapitos calientes ni miramiento alguno.

Por el bien del país alguien tiene que decirle al presidente de la república que su proyecto sexenal, haya sido bueno, malo, regular o excelente, ya lo abortó la realidad, como se lo esfumó a López Portillo la caída del precio del petróleo; a De la Madrid el sismo de 85; a Zedillo, el ‘error de diciembre’; a Peña Nieto la blanca casa de su esposa y lo de Ayotzinapa; no es importante encontrar a quien culpar, sino asumir la responsabilidad de controlar los daños, reparar lo que se pueda y reinventar el gobierno para aligerar las penas y penurias de la masa, de veras don Andrés Manuel: al tenochca simplex, a cualquier orgulloso integrante del peladaje estándar nacional no le interesa de quién fue la culpa ni quiere saberlo, ni sabe si fue suya o fue de la suerte, o de tantos de nosotros por no ver cómo era -estando tan a la vista su pensar y decires-, y por no comprenderlo, en vez de olvidarlo, necearon por alojarlo en Palacio.

Como sea y por lo que haya sido, es agua pasada, la 4T se la llevó el viento, ahora lo que queremos es no ser el Titanic de América Latina, ni tema de guion de película dramática (así, sin tilde, que se escribió ‘guión’ hasta 2010, cuando decretó la Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, que ‘io’ en este caso es diptongo, asunto trepidante y del mayor interés que no entiende uno cómo pasó desapercibido en su momento).

También por el bien del país alguien tiene que decirle al presidente de la república que su índice de popularidad no es importante ahora que el país sí está en riesgo real de caer en un desorden social generalizado -no continuo pero que si se hace intermitente, acabará enseñoreando a la delincuencia en el país-, con la economía discurriendo por su rumbo sin importarle un pito las convicciones morales de quien resultó nuestro cristianísimo Presidente… y por el rumbo que van los asuntos de la economía nacional, no se necesita saber mucho ni tener dotes de adivino para pronosticar una larga noche de penurias para la mayoría de la población, un incremento brutal de la pobreza y el desempleo, junto con el descrédito de México, que quedará con el estigma de país poco serio a la hora de cumplir sus compromisos.

A los que junto con nuestro Presidente, nos dan ataques de nostalgia por un pasado que ya no se puede reponer, a los que nos gustaba la portada del libro de historia patria con la cornucopia (el cuerno de la abundancia), acomodado sobre el mapa; a los que se nos enseñó a venerar a ciertos personajes de los siglos XIX y XX, que ni fueron santos ni fueron tantos; a todos los que añoramos ese México que le hacía señas obscenas con todos los dedos de la mano, al tío Sam; a todos esos que ya rebasamos la cincuentena de edad… déjennos con nuestras necedades y sigan las generaciones de hoy navegando las aguas que les toca surcar. De veras Presidente: el pasado no vuelve, el presente es fluido, el futuro se construye con los pies bien plantados en realidades no en dogmas, menos en dogmas personales y de ninguna manera en ideologías de importación (usted mi estimado lector, seguro no sabe, pero él sí, claro sabe qué sabandijas cobija, qué profesionales de la canalla escucha). Presidente: por su bien, por el de todos, cambie el rumbo.

Que alguien de sus confianzas, que alguien que no le tenga miedo (son pocos), le diga en confidencia, con respeto: si los empresarios, de churro, se organizan y resuelven lo de la economía; si los gobernadores -de churrazo con relleno de cajeta-, descubren que hay vida lejos de Palacio Nacional; si las bandas de delincuentes más poderosas siguen repartiendo despensas (gracias por la información don José); si todo eso sigue creciendo, el Presidente, lo acepte o no, lo vea o no, irá desdibujándose y ese es un lujo que no puede todavía darse este país, centralista siempre, siempre a la búsqueda del líder milagroso o nigromante, que le resuelva todo.

Este año da inicio el proceso electoral del 2021, en el que en julio, entre otras cosas, se juega la Cámara de Diputados, 15 gobiernos estatales y congresos locales y alcaldías en 11 entidades. Y esto será con el recuerdo fresco de esta crisis de salud y económica. No es tiempo de audacias.

Luego -en tiempo político, casi encima-, en marzo de 2022, la posible consulta de revocación de mandato. No es tiempo de terquedad ni de jugar a los dados con el destino nacional.

Si llegamos a esas dos elecciones con el país azotado por un tsunami de desempleo y carencias médicas, con su correspondiente desfile de ataúdes, no se necesita ir a Delfos para saber el resultado.

Señor Presidente: este su tiempo no es lo que imaginó y quiso, y sí será si no reflexiona, tiempo de una transformación que terminó en deformación.

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