19 de marzo de 2024

¡Fuera máscaras!: La Feria

SR. LÓPEZ

Tío Guillermo era a no dudar, uno de los más apuestos varones de la Vía Láctea (nada más); aparte era simpático, bueno para bailar, buen arquitecto, buen padre, buen hijo, buen tío, bueno boxeando, bueno para ganar dinero… bueno para todo. Pero como en esta vida nunca hay completo, un defecto tenía: era el campeón mundial y olímpico de la necedad. Su necedad era tal y en tal manera, que tía Elsa acabó divorciándose de él, sólo por eso y queriéndolo con toda el alma. Pensará usted que la señora exageró, pero en su descargo da este menda un ejemplo (hay muchos, pero falta papel), de lo terco que era y ya usted dirá si hubiera podido aguantarlo: una vez dijo mal una palabra y el impresentable primo Pepe, en vez de dejar pasar la cosa, se la machacó con comentarios vitriólicos, hasta que tío Armando, después de necear horas en que había dicho bien esa palabra (ni recuerdo cuál fue), el canalla de Pepe fue por el diccionario, se lo plantó en las narices y tío Armando, leyendo, exclamó: -¡Está mal el diccionario! –frase para la historia de la vida del tío. Hay de esos.

El diario Reforma de ayer miércoles, 17 de julio de 2019, muy presente tengo yo, consigna las siguientes declaraciones de nuestro Presidente, sobre el trepidante caso del “sueldicidio” (diría el tremendo juez de la Tremenda Corte), concretamente, para garantizar (se), que nadie en el gobierno federal pueda ganar más salario que él, ni con amparos ni por “chicanas” o “interpretaciones torcidas”, dijo él:

“Para que no se presten a malas interpretaciones las leyes, si es necesario, presentar una nueva iniciativa de reforma constitucional (…) Lo más importante es que, si hay imprecisiones en la Constitución, si no es lo suficientemente clara y están utilizando recovecos para conceder amparos y de esta manera enmendar la plana, legislar, que no es función del Poder Judicial, entonces reforma constitucional”.

Un reportero le preguntó: “¿No fue un error de Morena, porque se advirtió que se podía rebatir en tribunales?”; y la respuesta (instantánea), fue: “No, no, no, eso es una excusa. Vamos a suponer que haya sido eso, entonces que eso da pie a una interpretación, ah, vamos a otra reforma” (Carlos Lico desde el cielo, interpreta “Nooo”).

Siguió nuestro Presidente: “Les dije ayer a los legisladores, si se está abusando de esta mala interpretación, volver a enviar una iniciativa para reformar la Constitución y ser más precisos, más claros, ese es el compromiso que hicimos el día de ayer (…) Me gustaría que la UNAM, el Instituto de Investigaciones Jurídicas emitiera una recomendación, se puede o no se puede, es clara la Constitución o hay márgenes para interpretarla de otra manera y que haya funcionarios que ganen más que el presidente”.

Usted, avezado tenochca al que no espanta nada, dirá: ¿y qué tiene de nuevo?… y hasta pueda que sienta la dicha inicua de saber que van a ganar menos (algunos, algunos pocos).

Efectivamente, ¿a uno qué?… pero llama la atención que sentencias de la Suprema Corte, fundadas en la ley y en los derechos adquiridos por algunos de los que rehúyen la tijera presidencial, ameriten de parte de nuestro Jefe de Gobierno, Jefe de Estado y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas (que si fuera por él, las desaparecía, como explicó en entrevista con La Jornada, 1 de julio pasado), ameriten, repito, calificativos como “chicanas”, “interpretaciones torcidas”, “malas interpretaciones”, “abusos”… y que la Suprema Corte quiere legislar… ¡no, señor!… que alguien se apiade de este buen hombre y le expliquen que esa es la función de la Corte y que no, que al corregir leyes, acuerdos, sentencias y zarandajas de su competencia, no legisla porque no emite leyes, sino que evita la aplicación de leyes que vayan contra la Constitución, contra los tratados o la mala aplicación de las leyes. Es el tribunal constitucional, es su chamba y supuestamente, sus sentencias nada más se acatan… en las democracias ya bien cuajaditas, digo.

De veras, ayúdenlo, que los de su confianza, ya en confianza, le digan que si hacen otra reforma constitucional más clara (con tan chato objetivo), no será retroactiva ni podrá quitar a nadie los derechos que tenga adquiridos… que le tengan paciencia y le aclaren que eso que él llama “recovecos” es la perpetua historia de las leyes, sus complicaciones, su “interpretación conforme”, que es una figura jurídica hermenéutica (¡óle!… significa “interpretativo”, no se apantalle), para la materialización efectiva y expansiva de los derechos fundamentales, además de la armonización entre normas de derechos humanos con el bloque de constitucionalidad y de convencionalidad, atendiendo siempre el principio pro-persona (¿se volvió a impresionar?… este López lo copió de la red… ¿tendrá internet Palacio Nacional?). Lo del bloque de convencionalidad es lo de los tratados (¡no se deje apantallar!), y el principio  pro-persona, significa a brochazo jurídico, que al interpretar la aplicación de la ley, se debe preferir la norma o criterio más amplio en la protección de derechos humanos y la norma o criterio que menos restrinja el goce de los mismos. Le van a seguir ganando amparos (con y sin opinión de la UNAM, faltaba más)… ¡chin!

Sabedor nuestro Presidente de que no tiene los votos para obtener una reforma constitucional, advirtió:

“Y en los casos en donde se requiera mayoría calificada si no aprueban los de la oposición, que quede claro que ellos no están a favor de la revocación del mandato y que no están a favor de que se reduzcan los sueldos elevadísimos de los funcionarios públicos, fuera máscaras y nada de negociación”. Bueno… entonces sí, pues.

La pena es que lo dijo flanqueado por las cabezas de Morena en las cámaras de diputados y senadores, sonrientes, humildes, quedando bien… no señores, no es así. Este país no necesita mucho para empezar a enderezar sus entuertos: respetar la ley.

Y otra cosa: sin negociación no hay política posible en un régimen democrático: sí, ¡fuera máscaras!

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