18 de marzo de 2024

La basura: La Feria

SR. LÓPEZ

“Esta película ya la vi”, murmuró la abuela Elena (la paterno-autleca), mirando un mal modo del flamante esposo de una de sus sobrinas, casi recién casada. “Esta película ya la vi”, le dijo a su sobrina, aconsejándole que abriera los ojos antes de llenarse de hijos. Y luego, cuando la sobrina no abrió esa parte de su anatomía, se llenó de hijos (cinco), y le informó que se había separado del marido, le dijo: -“También ya vi esta película… ahora, pórtate bien, por tus hijos y rómpete el lomo, porque ni los va a mantener” –y sí, ya había visto esa película también: la sobrina no se rompió el lomo trabajando, pero sí rodó, rodó y rodó (¿se entiende, verdad?… la puerta de su recámara necesitaba un molinete de esos de entrada al Metro… desfile de caballeros). Y los hijos, resentidos y tragando amargo. ¡Qué fea película!

Esta película ya la vimos y se puede predecir el futuro del presente pasado.

Perdone usted, pero léalo despacito: futuro del presente pasado. Sí, no se necesita tener dotes de adivino. Cualquier tenochca simplex con más de 6 décadas a cuestas, puede predecir el futuro político del presente mexicano, con su intenso aroma a un pasado que no debe volver… que no puede volver… que no volverá.

El pasado resurgió inesperadamente en el hoy y sabemos bien cuál es su mañana, su fin.

La presentación es otra, no es la etiqueta tricolor del PRI, ahora es con la envoltura rojo-marrón de Morena, que es el PRI, más el PRD, más la extrema izquierda, más los saldos de todos los partidos, incluyendo algunos de la clase empresarial (¿derecha?; ¿neoliberales?; ¿oportunistas?… lo que sea, pero tras sus intereses). Viejo producto reciclado en la más pura y camaleónica tradición de la política mexicana, vendido masivamente como Morena (“morena, la esperanza de México”), que en el color lleva su ADN. El rojo: “Pasión, amor, dinamismo, agresividad, violencia, izquierda (en política), comunismo (en política)”; y marrón: “Lo corriente; necedad; antipático, anticuado, acogedor”  (según plantea el libro ‘Psicología del color’, de doña Eva Heller, quien no lo escribió ‘contra de’, ni ‘a favor de’, que la señora presenta sus conclusiones del análisis sobre lo que psicológicamente proyectan los colores de todos los partidos políticos de México).

Segunda resurrección del PRI (la anterior a cargo del primerísimo actor Quique Peña), ahora por el lado izquierdo del escenario, sí, pero repasión, reviacrucis y recrucifixión del tenochca simplex… para volver a atestiguar la rerresurrección de los políticos, reciclados, siempre frescos, impermeables al llanto con baba de nosotros, los millones del sufrido peladaje nacional… para volver a ascender, ellos, al reino del erario y dejarnos a todos, en nuestro valle de lágrimas.

Por supuesto el cínico del teclado sostiene que estamos como estamos porque somos como somos… sí, pero eso no quita que nuestra clase política, así, al bulto, debiera comportarse. De veras, “el pueblo”, no merece otra vuelta de tuerca. Y para allá vamos.

Vuelva a leer ‘El estilo personal de gobernar’ (1974), de don Daniel Cosío Villegas; y busque el estupendo artículo de José Antonio Crespo (en ‘El Universal’ de febrero 18 de este año), titulado “El estilo echeverrista de gobernar”.

Nuestro Presidente de la república, lo sepa o no, a propósito o sin proponérselo, sigue los pasos de Luis Echeverría (¡épale!, en política no hay casualidades).

El propósito expreso de derrumbar el neoliberalismo, no debiera significar renovar la expresión más rupestre de nuestro presidencialismo, ni intentar resucitar el esquema económico estatista, y decretar que así, en paquete, las reformas estructurales son dañinas, tratando de neutralizar los contratos de los ductos de gas, demorar la licitación de campos petroleros, y por actos de corrupción no determinados ni probados, cancelar el aeropuerto de Texcoco. El deseo de enconchar al país en un aislacionismo imposible de recuperar, lo obliga a usar, muy orondo, la siempre mal interpretada Doctrina Estrada como coartada. Buscar la autosuficiencia alimentaria, ya perdida y cuya recuperación no puede ser de inmediato ni mediano plazo, lo lleva a reinstalar los precios de garantía. Todo eso, de suyo loable, fue, no es, no puede volver a ser: es otro mundo, otro México, otros actores y sobre todo, nuevos compromisos internacionales de los que solo con manotazos presidenciales nos podríamos zafar… hasta que los manotazos del extranjero nos desencuadernen las mandíbulas.

Cita el señor Crespo al señor Cosío: “Como en México no funciona la opinión pública, ni los partidos políticos, ni el parlamento, ni los sindicatos, ni la prensa, ni el radio y la televisión, un Presidente de la República puede obrar y obra tranquilamente de un modo muy personal y hasta caprichoso”. Bueno, con perdón, pero ahora hay redes, en las que la gente se informa, saltándose a la torera todo filtro… ¡ah! y por eso hoy, La Jornada saca la delirante nota de que se está fraguando un ‘golpe de Estado’ suave contra el gobierno federal… no, señores, no es la mano renegrida del tío Sam la que mece esta cuna… es la mano del Presidente, que un día sí y otro también, cree que la gente que llevan para aplaudirle, le aplaude… ¡ciudadano López Obrador!, no se crea su propia obra de teatro.

También escribe don Daniel “Con una sorprendente locuacidad (se refiere a Luis Echeverría) habla de todos los problemas nacionales, los habidos y los por haber. Después… hace una campaña electoral perseverante y de una extensión desusada, de modo que llega hasta los pueblos y rancherías más remotos y desamparados del país (…) parecía indicar que estaba resuelto a hacer un gobierno distinto, aun opuesto al anterior, es decir, que intentaría cambiar el rumbo del país (…) Y sin embargo… era un hombre muy pagado de sí mismo, de sus ideas y sus propósitos, de modo que cree saberlo todo, y por tanto, serle innecesario consultar (a otros)”.

¿Dónde están Echeverría y el ‘echeverrismo’?… en el bote de la basura.

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