23 de abril de 2024

La Feria: Escarnio

Sr. López

Es bien sabido: la lengua más temida de Toluca y alrededores, era la de tía Victoria, anciana de porte imponente que de joven, tuvo más colchones que la cadena Sheraton Internacional y que de alguna manera sabía todo de todo mundo. La ventaja es que era discreta como una tumba, pero si alguien se metía con ella o con quien ella quería, se atenía a las consecuencias: en su cara le restregaba sus secretos más ocultos y vergonzosos (y Toluca y sus alrededores, sabían que la información de tía Victoria era más confiable que un cable de Notimex o Reuters). En cambio, a la que nadie temía era a la chismosísima tía Beatriz, que repetía como periquita lo que oía de sus similares, sin poder dar -a diferencia de tía Victoria-, detalles reales de tiempo, modo, lugar, nombres, apodos y parentescos de los compañeros de deshonra (decían en la familia que tío Eustasio, por eso vivía en Dallas, Texas… y que allá usaba otro nombre… decían).
Un delito que crece y crece en esta nuestra risueña patria que sabe sufrir y cantar, es el linchamiento. Va al alza y nada indica que vaya a remitir. Apenas el 10 de este septiembre, en Cuajimalpa, CdMx, lincharon a un hombre de 24 años, porque “intentó robarse un niño”… poco antes, el 30 de agosto, en Hidalgo, hubo otro caso igual por la misma “sospecha”; al día siguiente en Puebla, la turba fue a sacar de una cárcel municipal a dos hombres, acusados de lo mismo: los golpearon hasta cansarse y los mataron quemándolos vivos.
El de Puebla y estos dos últimos, eran absolutamente inocentes. Terrible, terrible e injustificable aunque fueran culpables. Barbarie.
El Instituto Belisario Domínguez, del Senado de la República, informa que en los últimos 26 años (estudio fechado en febrero de 2018), ha habido al menos, 366 linchamientos, 7% por violación, asesinato o secuestro, los demás por robo o accidentes de tránsito; y que conforme a información del diario “El Universal”, en los últimos “cuatro años se registraron en México más casos que en los 24 años previos”. Piénsele: el 7% por supuestos delitos que sí son gravísimos; el resto, por asuntos muy distintos.
No hace falta ser Sócrates (diría Sergio Mayer), para entender que los linchamientos proliferan por la desconfianza de la ciudadanía en las instituciones responsables de procurar e impartir justicia. En fin… urge conseguir que la población confíe en las instituciones y que cuando detenga a un sospechoso, sea entregado a la policía y ya.
Sin embargo hay otro delito que también está creciendo (mucho), que a nadie escandaliza y más bien, la mayoría disfruta: el linchamiento en los medios de información o en “las redes”.
A riesgo de quedarse sin lectores (y amigos), sostiene López que es muy discutible el derecho de la prensa a publicar la foto que accidentalmente se tomó del celular de un Senador de la república, mientras “chateaba” desatinos, dislates soeces y vulgaridades de arrabal, comentando la foto de una supuesta sexoservidora (siendo lo debido que si ese informador profesional, considera lo así sabido como posible constitutivo delito, debe hacerlo saber a la autoridad que corresponda. Punto).
Las personas dedicadas a la política no pierden su derecho a la intimidad… para explicarse mejor el del teclado, pone este ejemplo -disculpe usted-: el natural acto de evacuación de desechos sólidos, el común de las personas suele ejercerlo en privado, sin que sea vergonzoso ni deshonroso. Si se obtiene el video de un ciudadano simplex en el ingrato acto de contracción de las paredes musculares de su colon sigmoideo (zurrar), y se “sube a la red”, sin que eso arruine su fama pública, es claro que constituye una violación a su intimidad y una ofensa que expone al defecante a la burla del respetable. Si se trata de una persona dedicada a la cosa pública, es lo mismo; digo.
Cosa muy diferente es cuando alguien comete un delito, pues el que se entere, tiene obligación de comunicarlo a la autoridad y si ese alguien es funcionario público, es más grave cumplir el deber de hacerlo saber a quien corresponda.
En esos casos, por supuesto, la prensa tiene derecho a informarlo, claro, pero evitando publicar fotos del rostro o nombre completo, porque el ciudadano bajo sospecha de haber violado la ley, es inocente mientras no diga lo contrario un juez (y hoy, por aquello de la presunción de inocencia, el acusado bien puede nomás mantener el pico cerrado y más le vale al fiscal tener las pruebas de su dicho). ¿A qué horas las personas dedicadas a la política o el gobierno perdieron estos derechos?… averígüelo Vargas, diría la Chabelita.
Se entiende que los personajes públicos (y más los del poder), vivan expuestos. Se entiende. Y por eso, también se entiende que les publiquen todo lo que se sepa de sus andanzas “non sanctas”… pero a fuerza de tratar de jugar derecho, aceptemos que a no pocos, les hacen hilachos la fama pública por cosas de las que realmente son inocentes (y en ocasiones, sin siquiera hacer discreta mención a las que sí se han comido).
Se advirtió más arriba que el del teclado se arriesgaba a quedar sin lectores (y amigos), por lo que sigue (si quiere, mejor, sálteselo): ¿con qué derecho se juzga en los medios de comunicación masiva lo que determinan los jueces?; en el pavoroso asunto del infinitamente chocante Javidú (cae mal hasta en foto), ahora resulta que la comentocracia sabe derecho y tiene la certeza de que hay un enjuague infame entre fiscales, defensores, acusado y juez. ¿Puede ser?… sí, claro que sí, peores hemos visto. ¿Es así?… no lo sabemos. ¿Es lo más probable?… sí, tristemente, pero seamos todos conscientes de que el camino del linchamiento en los medios, no conduce a un real estado de derecho. NO.
Dicho lo cual, es más obvia la urgente necesidad de acabar con la impunidad en esta tierra de hombres cabales. El linchamiento en medios obedece a que atrae muchos lectores este vano e inútil desquite contra la consabida inmunidad de poderosos y similares. A falta de justicia, escarnio.

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