28 de marzo de 2024

La Feria: Las barbas a remojar

Sr. López

Es mendaz, calumniador, demagogo, populista, berrinchudo, vulgar, iracundo, falso, egoísta, maniobrero, cínico, manipulador de la masa más ingenua (o más ignorante, como prefiera), soberbio, extorsionador, acostumbrado a salirse con la suya, contumaz (no perseverante), tramposo, contradictorio sin miedo al ridículo, duro de corazón, repetitivo, con pocas ideas y ningún ideal distinto a sus intereses, sin amigos ni aliados, a todos usa; su patriotismo es histriónico; es inculto, de mente rudimentaria; amoral; no tiene un pelo de tonto y son innegables sus habilidades políticas: engaña, extorsiona, amenaza, convence, traiciona; que exhiban sus trapacerías, le importa poco, es el salvador autoproclamado de su patria; es, en una palabra: Trump (¿en quién pensó?)

Esa fétida excreción de la democracia como la entienden los estadounidenses, ayer aparentó que se echaba para atrás de su tan criticada decisión de separar a los hijos menores de edad de migrantes sin documentos. Firmó una “orden ejecutiva”, cancelando tal atrocidad y lo celebraron en la prensa mundial (y mexicana), como un triunfo: no resistió el gobernante del país militarmente más poderoso del mundo la presión de la crítica de jefes de Estado, organizaciones civiles internacionales y del Papa mismo… sí, claro, ya ven qué sensible es.

No se puede ser ingenuo ante nada que haga o diga una sabandija que tiene (o tuvo), como lectura de cabecera los discursos de Adolfo Hitler, según declaró en 1990 su exesposa Ivana Trump al abogado Michael Kennedy, declaración recogida por Marie Brenner, reportera de la revista Vanity Fair:

“En abril pasado (de 1990), Ivana Trump le contó a su abogado que de vez en cuando su marido leía el libro de Hitler “Mi Nuevo Orden”, que guardaba en un armario junto a su cama. Los discursos de Hitler, desde sus primeros actos hasta 1939, revelan su extraordinaria habilidad como maestro propagandista” (se trata de una compilación de discursos del fétido Fito Hitler, no es un libro escrito por él, quien solo escribió en su vida, “Mi lucha”, doña Ivana, de cultura, poca).

Este patán, respecto de la separación de los niños migrantes de sus papás, declaró hasta hartarse que solamente el Congreso podía solucionar el problema; al firmar la “orden ejecutiva”, se contradice con su clásico cinismo. Luego mintiendo con descaro, afirmó que esas separaciones de padres e hijos de migrantes sin documentos, eran resultado de una ley aprobada por los demócratas (ley inexistente); y también se justificó por tuit: “Siempre debemos arrestar a personas que ingresan ilegalmente a nuestro país”… y como existe el “acuerdo Flores” (fallo judicial yanqui de 1997), que prohíbe encarcelar a menores de edad que acompañen a adultos que sean detenidos por no tener documentos de inmigración, pues el Trump enchiquera en la cárcel a los adultos y manda a jaulas a los niños, no cárceles, no, nomás jaulas. Porque el “acuerdo Flores”, mantiene vigente la detención de los migrantes sin papeles.

Pero pensar que el Trump; John Kelly, su jefe de Gabinete; Kirstjen Nielsen, su secretario de Seguridad Nacional; Stephen Miller, su asesor “senior”; y su Fiscal General, Jeff Sessions, todos son tontos y todos se echaron para atrás, es una ingenuidad punible: fue una trampa muy inteligente y perversa: el Congreso yanqui y la Suprema Corte de los EUA, lo saben (¿qué nos pasa, en México y el resto del mundo?… ¿creyeron que los doblaron?… ¿o nomás quisieron amansar la ira de la gente?).

El asunto es que el Trump y sus secuaces, desde el principio tuvieron la intención de obligar al Congreso a embarrarse en asunto tan infame (a menos que le concediera al Trump su presupuesto para la barda fronteriza, en cuyo caso el Trump dejaría en paz a los niños); y a  la Suprema Corte la tienen a dos fuegos, pues si quisiera quitar la papa caliente al Congreso, tendría que modificar no el “acuerdo Flores” (el de 1997), sino un fallo de 2016 contra la administración de don Obama (“el amigo”), del Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito de los EUA (caso Flores vs. Lynch), que sin contradecir el “acuerdo Flores” y aun ampliándolo a niños “acompañados y no acompañados”, dice que los padres “podrían ser detenidos”, haciendo en la práctica legales las separaciones familiares; y esa modificación dejaría a la Suprema Corte en muy mala posición ante el país, pues la compañía de un menor de edad sería  equivalente a una visa y un “Habeas Corpus” contra cualquier detención por ser un migrante sin papeles, abriendo así sus fronteras a los “peligrosísimos” migrantes que allá contratan para trabajar como mulos a medio sueldo.

Y todo, con la ventaja adicional de sentar en un brasero ardiendo a los gobernantes de varios países de América Latina, más en el caso de México. Una extorsión bien planeada.

Nada más que hay un detallito adicional que hace inexplicable el alborozo y cánticos de triunfo del mundo: la “orden ejecutiva” de ayer, aparentando el Trump dar marcha atrás, lo que decreta es que los niños deben permanecer con sus padres, no separarlos de ellos ¡no, eso es sagrado, pues!, así que…  irán con sus papis a la cárcel.

Ahora la chamba del Congreso yanqui está más enredada. Si quieren sostenerse en no dar presupuesto a la barda del Trump, tendrían que legislar contra decisiones judiciales y orden ejecutiva… con el peladaje yanqui observando (y las próximas elecciones encima). Y si el Congreso le echa la pelota a la Corte, lo más probable es que sostengan el fallo de la sentencia del caso  Flores vs. Lynch, de 2016… y vuelta a empezar. Se puede salir con la suya, otra vez (como con Corea del Norte).

Ese es uno de los riesgos de poner en la presidencia del país a un tipo  mesiánico, cínico y descarado: hacen realidad sus caprichos sin rastro de ética con mentalidad de  salteador de caminos. Solo vale lo que él quiera.

Si acá nos atontamos, y metemos la pata el próximo 1 de julio, ponga usted las barbas a remojar.

 

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