19 de abril de 2024

Los muertos: La Feria

Sr. López

Ya se lo he contado, Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, era siete años mayor que este menda y su indiscutido héroe. Una cosa muy valiosa que enseñó a su texto servidor, fueron los ‘principios generales del buen mentiroso’ que incluían nunca mentir en perjuicio de otro. Las mentiras, enseñaba, debían ser dichas con pocas palabras, menos detalles y cuando hubiera la posibilidad de ser descubierto, se debía recurrir a un recurso desesperado: decir la verdad. ¡Cuán cierto!
Hay políticos profesionales y profesionistas de la política. No es juego de palabras. Entre otras diferencias entre unos y otros, los primeros -los políticos-políticos, los políticos profesionales-, someten sus aspiraciones personales al interés de la mayoría, no son espíritus puros, tienen ambiciones, pero no las anteponen a las de la gente; aparte, perciben la realidad tal cual, sin extraviarse en suposiciones ni rehuir adversidades; no confunden lo realmente existente con lo que les gustaría que fuera; no se engañan, es difícil engañarlos y saben cuándo avanzar, cuándo no, qué es posible, qué debe aplazarse y qué es inevitable, incluido el ajuste o abandono de sus proyectos. Para ellos política y realidad son sinónimos.
Los políticos profesionales asumen riesgos, aceptan responsabilidades, reconocen errores y si es posible los enmiendan; también saben arriar banderas, retirarse y esperar tiempos mejores.
Aparte de esos auténticos políticos, hay estadistas, esos de los que dicen que Bismark decía, son los primeros en oír los cascos del caballo de la historia. Bonito. Otro día.
Los segundos, los profesionistas de la política son aquellos que se dedican a la cosa pública por obtener reputación, hacer un patrimonio o mejorarlo. La mayoría de estos se estacionan en la carrera burocrática y algunos, trepan, trepan al costo que sea, siendo sumisos hasta la indignidad con sus superiores jerárquicos y feroces con sus competidores; emplean cualquier artimaña y martingala que les beneficie. No tienen proyecto distinto a ellos mismos, intrumentalizan el interés público, usan a los demás y sin escrúpulo toman decisiones a contrapelo del beneficio colectivo… ¡ah! y mienten, por sistema: la verdad, su verdad, los fulmina.
Los primeros, los políticos profesionales, nacen. Los segundos aparentan, no se hacen, no se puede torcer la genética.
Hay algo interesante: los políticos profesionales, los de a de veras, es en el desastre, la adversidad y hasta la tragedia que florecen y dan sus mejores frutos, la calma de los tiempos buenos no les es propicia: Churchill no sería un gigante de la historia sin el nazismo y la Segunda Guerra Mundial; Lincoln sería uno más sin la Guerra de Secesión. Y por su lado, los profesionistas de la política, es ante lo infausto y calamitoso que muestran su poquedad, incompetencia e inutilidad.
Este menda confiesa que ante la llegada a México de la pandemia del Covid-19, pensó que Dios era morenista. ¡Vaya oportunidad para deshacer tanta pifia, recomponer tanto extravío, desechar tanto lastre, cancelar tantos programas populistas imposibles de financiar, suspender por siempre tantas obras inmensas e inmensamente mal planeadas!… con ese salvavidas, el Presidente pudo transformar su gobierno, dejando para mejor ocasión transformar al país. Pero no, optó por desdeñar la tragedia para continuar como antes, exactamente con el mismo programa de gobierno rumbo a él, que ese es el proyecto… él… ¡Él!
Nada altera los propósitos confesados de este gobierno y con su discurso perpetuo ha trivializado la muerte, cien mil asesinados, 500 mil fallecidos por el Covid-19, 2,500 feminicidios, cerca de dos mil niños con cáncer por falta de medicamentos, 73 por la explosión en Tlalhuelilpan, 26 en la Línea 12 de Metro… todo se despacha con frases de circunstancia, compromisos huecos y promesas a incumplir. El Presidente se sabe intocable y cuando algún irreverente lo contradice, tiene otros datos. Y ríe.
Sin embargo, la tragedia del hospital del IMSS en Tula, Hidalgo, no se manipuló igual. Por una inundación causada por lluvias torrenciales y desbordamiento de ríos, la madrugada del martes pasado se inundó el nosocomio, se interrumpió la energía eléctrica, murieron 14 pacientes internados por Covid-19. Asfixiados.
El Director General del IMSS, Zoé Robledo Aburto, el miércoles 8 aseguró que nadie les advirtió de la inundación: “Desafortunadamente el personal no fue advertido ni oficial ni informalmente del fenómeno y de su potencial (…) fue un desastre súbito (…) se hizo todo lo posible por salvar vidas, ante un desastre natural que no se pudo advertir (…) siempre se contó en el hospital con tanques de oxígeno portátiles (…)”.
Al día siguiente, desde Palacio Nacional, la directora nacional de Protección Civil federal, aseguró que sí alertaron sobre el riesgo en Tula. El alcalde de Tula, informó que el viernes 3 de septiembre, lanzó la alarma: “Se debe llevar a cabo una posible evacuación (…) el nivel de agua llegará a su máximo con posibilidad de desborde”; y que se les alertó sobre el riesgo de inundaciones desde que se formó el huracán “Grace” el 13 de agosto. El pasado domingo 5, el Servicio Meteorológico Nacional, advirtió: “Se esperan chubascos (…) podrían originar incremento en los niveles de ríos, desbordamientos e inundaciones”.
En Tula se evacuó a más de mil personas. En el hospital el IMSS continuaron sus labores.
Nadie en sus cabales puede señalar a Zoé Robledo como culpable directo -ni indirecto- de esas muertes. Hay tramos de mando, autoridades directa, indirecta y solidariamente responsables. Eso agrava que sus declaraciones no sean verdad y si entiende de política, que recapacite en que Protección Civil lo desmintió desde Palacio Nacional, con el Presidente oyendo.
Remató Zoé Robledo su mensaje del miércoles diciendo: “No están solos”… qué vergüenza, sobre la tragedia, las mentiras y el mensaje inútil. No don Zoé, usted por joven tal vez no sepa ¡qué solos se quedan los muertos!

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