18 de marzo de 2024

México 2018

Entre enero y julio la población mexicana se verá sometida a una nueva y vieja tormenta. Nueva por el año, vieja por harto conocida. Todos los servicios periodísticos, radiofónicos, televisivos, internet y redes sociales se encuentran ya (casi) saturados de propaganda electoral. Imposible deslindarse de ella, imposible no sentir incomodidad por su simpleza y el malestar generado por ella. La barbarie propagandística nada tiene que ver con los montos devengados ni con sus resultados. No hay connacional que concuerde, salvo los políticos, con el dinero utilizado para convencer a la población de las bondades de las extrañas coaliciones entre partidos con ideologías contrarias. La realidad no miente.
Ni siquiera en el México de los políticos la realidad se subsume a sus dictados. En las contiendas previas los candidatos presidenciales dijeron lo mismo con otras palabras. Prometieron lo que siempre prometen y no cumplieron. Ofrecieron formidables curas para paliar, sino remediar, males añejos, males presentes. Ofrecieron, no consumaron. La realidad no miente: la brecha social es cada vez mayor; en 2000, el porcentaje de pobres era, dependiendo de la fuente, 35%, mientras que en 2017 fue de 50%. La distancia entre los porcentajes es inmensa y es más tangible cuando se contrasta con el número de habitantes.
La diferencia entre 2000 (101 millones de habitantes) y 2017 (126 millones) es abismal: 25 millones de nuevos mexicanos, de los cuales, un porcentaje alto son menores de veinte años y otro tanto, son nuevos pobres. El brete es inmenso. La propaganda electoral no alimenta, no ofrece empleos, no frena la espiral de violencia, no educa, no reforesta, no entuba agua ni tiene armas para detener la inflación; el gobierno en el poder ha logrado imponer otro récord: la inflación en 2017 fue de 6.7%, la más alta en 17 años. Ni la propaganda ni las extrañas uniones partidistas entre PAN y PRD, y Morena con PES mermarán el crudo impacto de la inflación. Lo sufren y entienden quienes acuden a los mercados para alimentar a la familia o a las farmacias para atender a sus familiares enfermos. 6% de inflación para la mitad de la población mexicana en situación de pobreza es demasiado. Es negar el presente, sepultar el futuro.
Sobrevivir, no más, es otro de los logros de los partidos que han gobernado nuestro país en los últimos, ¿diez, veinte, treinta, cuarenta años? O, más bien, desde la ya muy lejana Revolución. La realidad no miente, los gobiernos sí lo hacen. La canasta básica alimentaria es una canasta un tanto surrealista: llena de buenas intenciones, llena de imposibles. En el arranque de 2018 varios productos han registrado aumentos, entre ellos, huevo, jitomate y gas licuado de petróleo. Dos ejemplos. En enero de 2017 el precio máximo del kilo de huevo era 24 pesos; este enero, en la Ciudad de México, se vende a 34 pesos. El tanque de 20 kilos de gas LP en enero de 2017 costaba 315 pesos; en el año electoral abrió a 391.
Propaganda electoral y encono son sinónimos. Además de la imposibilidad de acceder a la canasta básica alimentaria, el número de semaforistas se incrementa sexenio tras sexenio. Comparto mi definición. Semaforista: ser humano casi invisible e incómodo que sobrevive en torno a los semáforos, carente de agua, techo y servicios básicos para sobrevivir y que retrasa su muerte y la de los suyos por lo que ahí vende, a pesar de vivir en México, cuyos dirigentes repiten orgullosos que somos la duodécima economía mundial.
La propaganda electoral une a la población; entre más transcurren los días, más se detesta. Sería deseable que alguna compañía dedicada a encuestas efectúe un estudio para conocer la opinión pública acerca de los beneficios, la inteligencia y la trascendencia de la propaganda. Posterior a la elección, y durante los seis años del sexenio, sería correcto, necesario, e incluso ético, que se efectuasen encuestas comparativas para evaluar las promesas ofrecidas durante la campaña y su materialización o no en los años subsiguientes.
En enero de 2018 vivimos los descalabros de los sexenios previos. México está enfermo. Pobreza, corrupción, inseguridad, violencia e impunidad son herencias de los gobiernos anteriores. De aquí a julio escucharemos incontables eslóganes al respecto. En 2024, espero equivocarme, el cáncer político será peor.

Arnoldo Kraus
(Médico)
EL UNIVERSAL

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