29 de marzo de 2024

Silencio cicatero: La Feria

SR. LÓPEZ

Contaba la abuela Elena, la paterno-autleca, de un tío suyo, Tacho (Anastasio), que de un viaje a Veracruz regresó casado con una morenaza de fuego que alborotó al pueblo entero, tía Valeria. También contaba que el tío Tacho obedecía en todo a su hermano mayor, Macro, y esa misma obligación impuso a su flamante esposa, en todo, desde qué se guisaba cada día. Seguía contando la abuela que como a los dos años, Macro enviudó y saliendo del cementerio de dar cristiana sepultura a la difunta, informó a su hermano menor que desde ese día Valeria viviría con él: -Tío Tacho no iba a empezar a desobedecer… y a ella le enseñó el caminito –remataba sonriendo la abuela.

Por si lo olvidó se le recuerda que en 1929 había 51 partidos políticos en México. Por obra y gracia de Plutarco Elías Calles nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR, el abuelo del PRI), y en cuatro años ya nomás quedaban cuatro de los que tres se evaporaron al Sol. Calles no concentró el poder para él sino que lo hizo institucional, para el país, para quien quiera que fuera Presidente. En 1938, Lázaro Cárdenas le cambió el nombre a Partido de la Revolución Mexicana (PRM).

Esos antecedentes del PRI se componían de cuatro sectores: el campesino (CNC), el obrero (CTM), el popular (CNOP), y el militar, pues estaba un poco difícil desplazarlos del reparto de poder, a fin de cuentas ellos fueron los estelares de eso que llamamos Revolución.

Ya encarrilada la política nacional, en 1940 el presidente Manuel Ávila Camacho eliminó a los militares como sector del partido y bautizó al PRM como Partido Revolucionario Institucional, el PRI, de todos conocido, hoy en liquidación (aunque con los tricolores nunca se sabe, en una de esas repiten el truco del ave Fénix).

La machincuepa de Ávila Camacho de cambiar de PRM a PRI, no fue puntada: México debía pasar el poder de los militares a los civiles. El sucesor de Ávila fue el primer Presidente civil de la era postrevolucionaria, Miguel Alemán Valdés, quien inició la industrialización de México, fundó la UNAM y fue miembro de la Academia de la Lengua de España, México, Colombia y Nicaragua, igualito a Peña Nieto que no pudo mencionar tres libros o algunos altos funcionarios de ahora que dicen ‘naiden’ o afirman que México existe desde hace 10 mil años (AMLO, 26 de mayo de 2019), y al día siguiente justifican su afirmación explicando: “(…)  es un tema de antropología, los seres humanos habitan América desde hace cinco, diez mil millones de años.” ¡Ah!… bueno.

Como sea, en los últimos 80 años los militares han  ganado el aprecio de la inmensa mayoría de la población y para bien del país, están desligados de la vida política nacional.

Cuando en el gobierno de Felipe Calderón se llamó a las fuerzas armadas a colaborar en la guerra contra la delincuencia organizada, se suscitó el falso debate de que eso era inconstitucional, considerando que el artículo 129 ordena que “en tiempos de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”, asunto zanjado por la Suprema Corte el año 2000 cuando definió “(…) que las fuerzas armadas pueden actuar en auxilio de las autoridades civiles, cuando éstas soliciten el apoyo de la fuerza con la que disponen” (Interpretación histórica, armónica y lógica del artículo 129 constitucional. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta; XI, Abril de 2000. Página: 549. Tesis: P./J. 38/2000). No podía ser de otra manera, la necesidad de echar mano de la fuerza del ejército y la Marina Armada en esa guerra es lamentable pero necesaria.

El actual Presidente, cuando candidato, tenía el deseo de regresar las fuerzas armadas a sus cuarteles. La realidad se impuso y sería un regateo bajuno cuestionar su decisión: hoy por hoy no se puede prescindir de la militarización de la lucha contra la inseguridad pública y no se crea que los soldados y marinos disfrutan rifarse la vida para arreglar el tiradero de los civiles, pero, ni modo, le entran. Pero, es militarización.

Sin embargo, el Presidente tomó gusto a meter a las fuerzas armadas en todo. Hoy son responsables del combate al robo de combustible; custodia de pipas; construcción de cuarteles para la Guardia Nacional, el aeropuerto en Santa Lucía, el Parque Ecológico Texcoco en los terrenos del antes AICM, 2,700 sucursales del Banco del Bienestar, dos tramos del Tren Maya; remodelación de 32 hospitales; plan de vigilancia para frenar la migración a los EUA; apoyo a los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro; distribución de fertilizantes; vigilar entrega de programas sociales; responsables directos de la administración y operación de aduanas en puertos de mar; distribución de medicamentos, distribución y aplicación de vacunas; operación y administración de dos tramos del Tren Maya y los aeropuertos de Tulum, Chetumal, Palenque y Felipe Ángeles. Las fuerzas armadas insertas en la vida institucional civil del país.

Uno de los riesgos institucionales de mantenerlos en la ineludible lucha contra la delincuencia organizada es que los alcance la corrupción. Son militares, no espíritus puros. Ese riesgo se incrementa exponencialmente al estar administrando centenares de miles de millones de pesos. Y por favor, no crea que es lo mismo un burócrata panzón corrupto que un militar de alto rango corrupto con mando de tropa. No es lo mismo.

El Presidente tendría que ir pensando en qué va a hacer si los militares de repente muestran interés por participar en la política. El Presidente no percibe lo fácil que es pasar de la militarización al militarismo, esa perniciosa influencia política del aparato militar en la orientación del poder del Estado.

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Nota personal.- Falleció este lunes Juan Bustillos Orozco, dueño y director de la revista Impacto. Personaje mayor del periodismo nacional. Condolencias merecidas de muchos actores políticos, empresarios y amigos. De los que no hacen falta sus palabras, silencio cicatero.

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